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Lo que pienso, lo que leo, lo que dicen, lo que deduzco e induzco, lo que imagino, lo que noto, lo que oigo, lo que veo, lo que sé y lo que no sé sobre la voz y la comunicación.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Articulación vs pronunciación



Roland BARTHES establece diferencias entre estos dos términos, y aboga por que el hablante persiga la pronunciación y no la articulación. 
Para él la articulación es la negación del ligado y la defensa de la uniformidad entre sonidos que comparten una misma grafía, sin considerar que en el texto las consonantes no se repiten jamás.
Considera, por el contrario, a la pronunciación como un medio de hacer emanar al sentido mediante el deslizamiento o el contagio entre sonidos regido por la melodía.
Su discurso es un sugerente alegato en pro de la formación fonosintáctica.
 “Es necesario que cada sílaba, lejos de ser extraída de un código olímpico de fonemas dado de una vez por todas, esté engarzada con el sentido general de la frase.(…) La articulación opera como una añagaza del sentido: creyendo estar al servicio del sentido es, de modo fundamental, su desconocimiento. (…) articular es sobrecargar el sentido de una claridad parásita, inútil, sin por ello ser lujosa. (…) la línea melódica se rompe en destellos de sentido, en suspiros semánticos, en efectos de histeria. 
Por el contrario, la pronunciación mantiene la perfecta coalescencia de la línea del sentido (la frase) y la línea de la música (el fraseado). 
En la pronunciación la música se acerca a la lengua y halla lo que ésta tiene de musical, de amoroso.  La música del lenguaje sería a la vez lo expreso y lo implícito: lo que está pronunciado (sometido a inflexiones), pero no articulado“

Barthes, R. (1992). Lo obvio y lo obtuso. Barcelona: Paidós 

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domingo, 13 de noviembre de 2011

¿Por qué tengo un nudo en la garganta?


Porque la laringe no es el órgano de la voz.

La laringe es una espita, una compuerta, una válvula que soluciona un doble problema de diseño:

Vista desde arriba. Obsérvese la entrada
al esófago y a la tráquea.
 1. La situación en paralelo de la puerta de entrada hacia el sistema respiratorio (por donde sólo debe entrar el aire) y la estrecha puerta de acceso al sistema digestivo (por donde deben deslizarse los sólidos y los líquidos). Ambas situadas tras un acceso común (boca y faringe) que actúan a modo de embudo que conduce tanto a los sólidos y líquidos como a los gases hacia abajo.






2. La necesidad de poder mantener el aire dentro de los pulmones y parar momentáneamente el vaivén respiratorio  con un tubo abierto (la tráquea) al que le faltaba la tapadera.


Ambas funciones posibilitan la supervivencia ya que, por un lado,  si algo distinto a los gases se cuela en nuestro sistema respiratorio morimos, y por otro si no pudiéramos cerrar la compuerta del aire no podríamos realizar esfuerzos tan importantes para seguir vivo  como defecar, toser o parir. 
Si intentas levantar un objeto pesado mientras dejas que salga el aire comprobarás que tu fuerza ha desaparecido.

La laringe es , como decía en una entrada anterior, una espléndida "chapuza" ( lo que  se ha popularizado con el acrónimo KLUDGE), que soluciona ambos problemas. 
Está situada sobre el último anillo de la tráquea (ya que en cualquier otra ubicación no serviría) y se dedica a ordenar el tráfico desviando a los sólidos y líquidos hacia el esófago y a obturar el sistema respiratorio cuando se precisa realizar un esfuerzo.
Para cumplir con sus funciones cuenta con una estructura formada por 5 cartílagos movidos por 7 músculos. Como su cometido principal es tapar a la tráquea, 6 de esos 7 músculos se dedican a garantizar el cierre y sólo 1 es el encargado de destaparla.
El cierre se produce mediante tres "compuertas", se juntan las muy mal llamadas "cuerdas vocales", se aproximan las también mal llamadas "falsas cuerdas vocales" empujando a las primeras aún más hacia la línea media y en tercer lugar desciende el cartílago epiglótico (epiglotis)  colocándose como un tobogán sobre la tráquea para que sobre él se deslicen los sólidos y líquidos hacia el esófago.
El mecanismo es idéntico al deglutir que al realizar esfuerzo excepto en el descenso de la epiglotis que no ocurre en el esfuerzo y sí en la deglución.

Vamos a centrarnos en el esfuerzo, ante él se disparan los mecanismos de doble cierre y esto es de suma importancia, porque ese disparo del doble cierre se produce ante cualquier esfuerzo.
Bandas ventriculares

Cantar en los extremos de nuestra tesitura, apurar el aire hasta el final, hablar en público o dar una mala noticia  suponen esfuerzo y ante esas o similares situaciones nuestros músculos laríngeos responderán exactamente igual que cuando defecamos, tosemos, parimos o movemos objetos pesados.  De hecho la sensación de nudo en la garganta no es otra cosa que el resultado del doblecierre del que hablamos.
Cuando producimos voz sólo deberían aproximarse los pliegues vocales (“cuerdas vocales”) porque el empuje de las bandas ventriculares (“falsas cuerdas vocales”) dificulta la vibración fluída de las primeras produciendo no sólo un resultado sonoro distorsionado sino un peligroso sobreesfuerzo. 

Es fácil comprobarlo, por ejemplo si emitimos un sonido mientras apretamos una palma de la mano contra otra comprobaremos que conforme aumentamos la fuerza en ambas manos nuestro sonido se va quebrando (empiezan a participar las bandas ventriculares) hasta llegar a desaparecer (hemos cerrado por completo el espacio glótico).
Cuando en el habla ese patrón de doble cierre tiende a repetirse termina generando diversas patologías vocales. Es por ello que aprender a evitar ese doble cierre debe ser el primer objetivo en la educación de la voz hablada o cantada.

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domingo, 5 de junio de 2011

Argumentos en contra de la relajación (III)


Automatismos: tics, muletillas y demás parásitos



En las situaciones comunicativas los automatismos verbales o corporales cercenan la credibilidad porque son una estafa para el interlocutor, el auditorio o el espectador. 
Una pierna que se mueve deshabitada, unos dedos tintineando sobre la mesa, una muletilla lingüística o una pregunta que sin ser retórica, no espera respuesta, actúan como destructivas carcomas de la interacción. 

La ausencia de significado y sentido contextual, la vacuidad que los caracteriza y su acontecer al margen del tema que motiva la interacción, producen un ruidoso discurso en paralelo, generado por un cuerpo que parece más dispuesto a interferir que a colaborar. 
Informan de una parte ausente, distraen, proporcionan pistas falsas acentuando aleatoriamente el discurso y desorientando al interlocutor atento que las sigue una y otra vez hasta que descubre que no forman parte del argumento en ninguno de sus códigos (verbales o no verbales), sino de una manifestación alocada de los instrumentos comunicativos que se agitan sin intención ni decisión.
Esta dispersión de elementos comunicativos es tanto más probable cuanto menor sea el grado de implicación en la emisión o recepción del mensaje, porque cuanto más intentamos acercarnos a los estados de relajación, más al margen se queda el cuerpo y mayor probabilidad hay de que los automatismos  crezcan delatando que no estamos del todo en lo que pretendemos estar. 


Por el contrario, cuando la intención comunicativa nos impregna aumenta el nivel de alerta sensorial y muscular traduciéndose en un patrón comunicativo fluido, compacto, unitario, sin flecos, que hace que seamos percibidos con presencia (en presente) y que nutre nuestra credibilidad.




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sábado, 28 de mayo de 2011

Argumentos en contra de la relajación (II)

2ª parte



Orador relajado no es orador

Las fotografías inferiores muestran algunos momentos de discursos de reconocidos oradores, en la web hay cientos de imágenes similares, y en ninguna de ellas aparece el orador relajado. 
Estar relajado, como ya se dijo en la 1ª parte, es estar laxo, dejado, desconectado muscularmente. 
Cuando realizamos una comunicación pública lo que nos interesa es captar la atención, atraer las miradas, despertar la escucha, atrapar el interés de los oyentes. Y nada de lo anterior se produce si el cuerpo está relajado.


Por puro diseño biológico tendemos a prestar mayor atención a los cuerpos que parecen estar a punto de hacer algo, a los cuerpos que están en un estado de disposición a la acción, preparados. 


Ello probablemente se produzca a través de las ya famosas neuronas espejo, neuronas copionas que nos permiten simular el estado de lo observado en nuestro propio organismo. 

Un cuerpo relajado “contagia” de ese modo su relajación y no despierta ningún interés, porque sabemos, por propia experiencia, que desde la relajación no ocurrirá nada de manera inmediata.
Frente a los cuerpos relajados están los cuerpos dispuestos a la acción, cuerpos con un arousal elevado (activación fisiológica) que imantan a quien los mira. Son cuerpos en estado de alerta, atentos y que, también en este caso, contagian, pero lo hacen despertándonos, disponiéndonos a escuchar o a mirar.
Al margen de lo gratificantes que puedan resultar las sesiones de relajación, su utilidad de cara a entrenar a un orador, un actor o a cualquiera que deba afrontar una tarea, es más que cuestionable. Ni el tipo de respiración, ni la tasa cardíaca, ni las sensaciones musculares, ni el estado de activación que se experimentan en una sesión de relajación son aplicables a la realización de una acción.

Al igual que en esos estados se modifican los parámetros citados, también cuando el organismo se dispone a actuar se producen una serie de cambios tanto neurovegetativos (acaloramiento, aceleración cardíaca…) como motores (orientación de la mirada, enderezamiento del cuerpo, gestos...),conformando un patrón de respuestas interdependientes. 


Dado que entrenar la parte neurovegetativa es bastante complicado, el   entrenamiento útil será aquel que se encamine hacia la implantación de los patrones motores, y que lleve a construir un cuerpo acorde con el estado que perseguimos.

Una intervención en público debería parecerse mucho más a jugar un partido de tenis que a dormir la siesta.
En una intervención pública, como en un partido, el orador  se mantiene atento no sólo a sus jugadas, sino también a las que realiza su compañero de juego, que en este caso serían las reacciones de sus oyentes. Ello exige en el orador un nivel de escucha, un grado de activación cerebral y muscular que en absoluto son entrenables a partir del reposo.

Por todo lo dicho lo adecuado sería entrenar la alerta, ya que es eso lo que buscamos, y no su opuesto (la relajación).

¿Atrae tu atención? Observa bien, NO está relajado.


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domingo, 15 de mayo de 2011

Argumentos en contra de la relajación ( I )


Relajación y voz:  un oxímoron peligroso.

Nos hemos acostumbrado a asumir que la relajación es un estado deseable, aspiramos a caminar relajados, a trabajar relajados, a escuchar, incluso a hablar manteniendo el estado de relajación . 
Sin embargo, perseguimos un imposible; ninguna actividad es compatible con el estado de laxitud. Para realizar cualquier acción o incluso cualquier movimiento precisamos un nivel de esfuerzo. Esfuerzos diferentes para acciones diferentes, pero siempre esfuerzo.

relajar.
(Del lat. relaxāre).
1. tr. Aflojar, laxar o ablandar. U. t. c. prnl..
10. prnl. Dicho de una parte del cuerpo del animal: Laxarse o dilatarse por debilidad o por una fuerza o violencia que se hizo.
13. prnl. Conseguir un estado de reposo físico y moral, dejando los músculos en completo abandono y la mente libre de toda preocupación.
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La producción de la voz depende del trabajo coordinado de los órganos que se ocupan de la respiración, vibración y amplificación.
Producir sonido audible a partir de unos repliegues que miden entre 1,4 (en mujeres) y 2,5 cm (en hombres)  y que se encuentran en un órgano suspendido (la laringe), requiere un importante trabajo muscular.

Cuando el resto del cuerpo se desvincula de la tarea, buscando estar relajado,  la laringe pierde la firmeza que deberían darle los apoyos de la musculatura extrínseca y realiza el esfuerzo ella sola, produciendo con esto no sólo peor resultado, sino también  un mayor riesgo de sobrecarga  laríngea con las consecuencias que ello conlleva: cansancio vocal, nódulos, pólipos...
Para entenderlo comparemos cómo resulta nuestra firma en las pantallas de pago con tarjeta, frente a cómo lo hace cuando tenemos apoyado el antebrazo. El apoyo del antebrazo facilita que el pequeño movimiento de muñeca y dedos se produzca de manera mas fluida, podríamos firmar muchas veces antes de cansarnos, mientras que bastará firmar al aire media docena de veces para que notemos  a nuestros músculos protestando. Y no podremos hacerlo, ni de una forma ni de la otra, si estamos relajados.
Lo mismo ocurre con la laringe, por un lado, si está en reposo no producirá vibración y por ende no habrá sonido, y por otro, si algunos de los grandes músculos de la espalda, pecho y cuello están activos (es decir, contraídos y no relajados) le servirán de soporte, mientras que si no lo están se verá bastante dificultada su tarea (como al firmar al aire). 

Los repliegues vocales, antes llamados cuerdas vocales, se abren y cierran entre 150 y 250 veces ¡por segundo!, al tiempo que la laringe completa sube y baja en nuestro cuello  (puedes comprobarlo mientras cantas con distintos tonos). Estas maniobras de ascenso y descenso laríngeo las realizan alternativamente dos grupos de músculos que tienen una inserción en el hueso hioides (el único del cuerpo que no se articula con ningún otro) y la otra en una estructura fija: cráneo, maxilar, esternón...



Del hueso hioides pende la laringe, así que cuando los músculos que sujetan al hioides se contraen logran subir o bajar el hioides y en consecuencia subir o bajar  la laringe.
Es un gran trabajo realizado a velocidades de vértigo por un órgano suspendido en el cuello, que, tal y como ha quedado argumentado, es incompatible con la relajación laríngea y peligroso si se pretende realizar con el resto del cuerpo desvinculado.



Si lo deseas puedes seguir leyendo sobre este tema en las entradas: Argumentos en contra de la relajación II y III

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domingo, 3 de abril de 2011

La proyección de la voz

Los formantes que se sitúan alrededor de los 3000Hz consiguen que la voz humana se escuche por encima de todos los instrumentos de una orquesta. 
El oído humano, en concreto la pars petrosa del hueso temporal, tiene una "simpatía" especial por estas frecuencias.
Y el ligamento ariepiglótico, que une los aritenoides con el cartílago epiglótico, el mismo que  sirve de tapadera al sistema respiratorio en la deglucción , es el principal responsable de conseguir que la proeza se produzca.

Este hecho ¿no es el ejemplo más evidente del escurridizo término de la proyección vocal?








Proyectar es lanzar, dirigir hacia delante o a distancia. ¿Hacia dónde? Como dice Le Huche: al oído del receptor.

 La proyección de la voz es una acción, una acción dirigida y por lo tanto es una acción con finalidad. ¿Cuál es la finalidad de lanzar palabras?, las posibilidades de respuesta son tantas como intenciones, pero si hacemos caso a los retóricos clásicos, podríamos aunarlas en tres categorías: convencer, enseñar y deleitar. Estas tres, sin embargo, también son reductibles a una categoría de nivel superior, pues todas tienen un rasgo común decisivo: su objetivo.  Convencer, enseñar o deleitar, son formas de producir un efecto en el receptor, es decir, tienen en común que obedecen a una intención de tipo apelativo

Sin embargo, la finalidad apelativa está supeditada a que el mensaje sea recibido, es decir a que la palabra se oiga y entienda. La finalidad apelativa  sirve de motor de arranque de la proyección vocal, pero si el motor no tiene listas sus piezas  no arrancará o no lo hará en óptimas condiciones.


Por tanto, el entrenamiento debe dirigirse en primer lugar a manejar con destreza los resortes corporales que son responsables de la audibilidad en condiciones no cotidianas: el esfínter ariepiglótico y de la inteligibilidad: los órganos del habla.









sábado, 26 de febrero de 2011

El discurso del Rey

Investigación vs tradición.



En esta película el logopeda Lionel Longue (Geoffrey Rush) es un claro ejemplo de rigor sin concesiones. Sabe por experiencia  cuáles deben ser las reglas del juego y las fija  sin admitir discusión por parte de profanos (por muy aristócratas que sean), haciéndolo desde la seguridad que la confirmación de los hechos le aporta. Él es el experto (práctico, hábil, experimentado. DRAE).
Su aproximación es seria y contrastada con los datos, un ejemplo de paradigma de conocimiento científico.

Los métodos que emplea para ayudar al duque de York, futuro Jorge VI (Colin Firth), son novedosos en ese momento, vanguardistas, lo cual no juega a su favor, como tampoco lo hace el no poder mostrar títulos que lo acrediten, sin embargo su forma de abordar la tartamudez de su paciente se apoya en la confrontación con los resultados, en la experimentación y en el análisis, todo lo cual le lleva a ir dando con la solución del problema.

Frente a él se sitúan el resto de acreditados médicos, foniatras o logopedas que basan sus técnicas en la repetición de unos recursos que se han dado históricamente por eficaces aún cuando los hechos no evidencien su efectividad. Es como si aceptaran lo que irónicamente diría Einstein: “si la teoría no se ajusta a los hechos, tanto peor para los hechos”.
Esta situación sigue vigente. Amparándose en un relativismo que la mayor parte de las veces se cimenta en quimeras o en un saber parcial y no contrastado, se siguen utilizando técnicas que son impermeables a los nuevos conocimientos y a los avances técnicos, y cuya exclusiva defensa es la tradición. 
Hace más de 100 años se sabe, por ejemplo, que el diafragma es un músculo inspiratorio que actúa en todas las inspiraciones. Sin embargo, todavía hay quienes siguen pretendiendo que los pacientes o los alumnos entrenen su diafragma para el control espiratorio o que realicen respiraciones diafragmáticas (todas lo son), o incluso “que hablen con el diagragma”. 
Afortunadamente cada día van cuajando con más fuerza técnicas, véase por ejemplo Voice Craft, que parten del acervo de conocimientos científicos sobre el funcionamiento del organismo, para plantear los entrenamientos y que además comprueban su eficacia a través  del análisis de la señal sonora mediante sofisticados programas informáticos.

Pura epistemología científica que produce sarpullido a los charlatanes de la voz, como lo producía en los defensores de la tradición el abordaje del logopeda del Rey.



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